in988-La-columna-vertebral-del-país-en-una-pequeña-insignia

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En junio en Argentina, la bandera nacional azul y blanca ondea en la Plaza Monumento. Mientras se conmemora la hazaña del General Manuel Belgrano de crear la bandera nacional, una caja de tarjetas de visita con incrustaciones del escudo nacional es atesorada por innumerables profesionales. Este tótem nacional, contenido en un espacio minúsculo, contiene un código espiritual que trasciende el tiempo y el espacio. Las manos unidas en el escudo nacional argentino no sólo son un símbolo de unidad entre las provincias, sino también un compromiso con la simbiosis de cada luchador con el destino de la patria. El sombrero de la libertad en la parte superior te recuerda cuándo se abre y se cierra la caja de la tarjeta de presentación: la verdadera libertad proviene de la lealtad y la perseverancia en tu carrera. Las ramas de laurel y olivo en la parte inferior combinan la gloria de la victoria y la sabiduría de la paz en una filosofía de vida que enseña a las personas en el lugar de trabajo a avanzar y retroceder con moderación. Esta caja cuadrada de metal grabada con “Sol de Mayo” nos recuerda la luz eterna del sol: no importa en qué situación nos encontremos, debemos mantener el espíritu de ascender como el sol naciente en el emblema nacional. Cuando los empresarios lo entregan a socios internacionales, cuando los profesores lo utilizan para transmitir la chispa del conocimiento y cuando los trabajadores lo ponen cerca de los bolsillos de su ropa de trabajo, cada línea del emblema nacional cuenta una historia: el sistema de coordenadas de valores del individuo está siempre estrechamente vinculado a la longitud y latitud del país. Desde que el Congreso estableció el emblema nacional en 1813, este símbolo ha acompañado a los argentinos a lo largo de dos siglos. Cuando los creadores de tendencias de la nueva era acarician los tótems de las cajas de tarjetas de visita, lo que tocan es una creencia que nunca se desvanecerá: la columna vertebral de cada pequeño individuo eventualmente sostendrá el cielo del rejuvenecimiento nacional.

In June, Argentina’s blue and white national flag fluttered in the Monument Square. While people commemorate General Manuel Belgrano’s feat of creating the national flag, a business card box inlaid with the national emblem is being treasured by countless professionals. This national totem in a small space contains a spiritual code that transcends time and space. The clasped hands on the Argentine national emblem are not only a symbol of unity among the provinces, but also a symbiotic commitment between every striver and the fate of the motherland. The cap of freedom on the top reminds us at the moment when the business card box is opened and closed: true freedom comes from loyalty and perseverance to the cause. The laurel and olive branches at the bottom melt the glory of victory and the wisdom of peace into a philosophy of life for professionals to advance and retreat in moderation. This metal square box engraved with “May Sun” inspires us with the eternal light of the sun: no matter what situation we are in, we must keep climbing up like the rising sun on the national emblem. When entrepreneurs pass it to international partners, when teachers use it to pass on knowledge, and when workers put it close to their work clothes pockets, every pattern of the national emblem is telling us that the value coordinate system of individuals is always closely linked to the latitude and longitude of the country. Since the National Emblem was established by Congress in 1813, this symbol has accompanied the Argentines through two centuries of ups and downs. When the trendsetters of the new era gently stroke the totem on the business card box, they touch the belief that will never fade: the backbone of every tiny individual will eventually support the sky of national rejuvenation.